lunes, 10 de marzo de 2008

Ni Folklórico ni Masivo ¿Qué es Lo Popular?

Néstor García Canclini

Hay éxitos tristes. Por ejemplo el de palabras como popular, que casi no se usaba, luego fue adquiriendo la mayúscula y acaba escribiéndose entre comillas. Cuando sólo era utilizada por los folcloristas parecía fácil entender a qué se referían: las costumbres eran populares por su tradicionalidad, la literatura porque era oral, las artesanías porque se hacían manualmente. Tradicional, oral y manual: lo popular era el otro nombre de lo primitivo, el que se empleaba en las sociedades modernas.
Con el desarrollo de la modernidad, con las migraciones, la urbanización y la industrialización (incluso de la cultura), todo se volvió más complejo. Una zamba bailada en televisión ¿es popular? ¿Y las artesanías convertidas en objetos decorativos de departamentos? ¿Y una telenovela vista por quince millones de espectadores? Hay una vasta bibliografía que habla de cultura popular en espacios muy diversos: el indígena y el obrero, el campesino y el urbano, las artesanías y la comunicación masiva. ¿Puede la misma fórmula ser usada en tantos territorios?
Hasta ahora estas preguntas han recibido, más que soluciones científicas, respuestas editoriales e institucionales. Se reúne un grupo de artículos heterogéneos o se organiza un simposio multimático y se les coloca como título -la cultura popular-. Estos agrupamientos no siempre son arbitrarios. A veces, los provoca el interés de responder a una disponibilidad del mercado editorial o académico. En otros casos, se quiere enfrentar una necesidad cultural o política: cuando se crea un museo para difundir las diversas culturas de un país, o cuando se organiza un movimiento popular urbano que agrupa a sectores subalternos con objetivos –comunes más allá de sus diferencias étnicas o laborales. El éxito público de la denominación radica justamente en su capacidad de reunir a grupos tan diversos, cuya común situación de subalternidad no se deja nombrar suficientemente por lo étnico (indio), ni por el lugar en las relaciones de producción (obrero), ni por el ámbito geográfico (cultura campesina o urbana). Lo popular permite abarcar sintéticamente todas estas situaciones de subordinación y dar una identidad compartida a los grupos que coinciden en ese proyecto solidario. Por eso, el término popular se ha extendido como nombre de partidos políticos, revoluciones y movimientos sociales. En esta polisemia reside también su debilidad. Lo popular no corresponde con precisión a un referente empírico, a sujetos o situaciones sociales nítidamente identificables en la realidad. Es una construcción ideológica, cuya consistencia teórica está aún por alcanzarse.

EL LUGAR DE LO POPULAR EN LA CULTURA MASIVA
Los estudios sobre comunicación masiva se han ocupado de lo popular desde el ángulo opuesto. Para los comunicólogos, lo popular no es el resultado de las tradiciones, ni de la personalidad "espiritual" de cada pueblo, ni se define por su carácter manual, artesanal, oral, en suma premoderno. Desde la comunicación masiva, la cultura popular contemporánea se constituye a partir de los medios electrónicos, no es resultado de las diferencias locales sino de la acción homogeneizadora de la industria cultural.
Umberto Eco propone un ejemplo: una firma productora de camisetas imprime en el pecho de las prendas una figura icónica, los jóvenes la publicitan al usarla, la televisión muestra la novedad, y luego otros sectores sociales la adoptan multiplicando su difusión. ¿Cuál es el medio de masas? ¿El anuncio comercial en el periódico, la camiseta, los que la llevan, la publicidad televisiva? (1). Lo masivo circula tanto por los medios electrónicos como por los cuerpos, la ropa, las empresas, la organización del espacio urbano. El poder ideológico que asocia un símbolo con la juventud y genera un modo de interpretar lo que significa ser joven no reside únicamente en la publicidad, ni en el diseñador, ni en los medios; circula por esos y otros espacios sociales, actúa gracias a las maneras en que se cruzan y combinan. Luego, la pregunta por el lugar de lo popular en la cultura masiva no pasa sólo por los medios de comunicación.
Recordemos que lo masivo es una característica constitutiva de las sociedades actuales y no comenzó con los medios de comunicación electrónica. En el siglo XIX se empieza a hablar de masas para referirse a la irrupción económica y política del proletariado industrial y nuevos sectores medios en las grandes ciudades. Antes de que se inventaran la radio y la TV, la cultura fue transmitida masivamente por la iglesia, la escuela y las grandes campañas educativas de los regímenes populares (por ejemplo, la política cultural postrevolucionaria en el México de principio de siglo). La cultura masiva "no se identifica ni puede ser reducida a lo que pasa en o por los medios masivos", dice Jesús Martín Barbero; "no es sólo un conjunto de objetos, sino 'un principio de comprensión' de unos nuevos modelos de comportamiento, es decir un modelo cultural".(2). Visto de este modo, lo masivo no es algo ajeno ni exterior a lo popular, hecho malévolamente por los grupos dominantes para invadir o sustituir la cultura propia de las clases populares. Lo masivo es la forma que adoptan, estructuralmente, las relaciones sociales en un tiempo en que todo se ha masificado: el mercado de trabajo, los procesos productivos, el diseño de los objetos y hasta las luchas populares. La cultura masiva es una modalidad inesquivable del desarrollo de las clases populares en una sociedad que es de masas.
¿Qué es, entonces, lo popular? No puede identificarse por una serie de rasgos internos o un repertorio de contenidos tradicionales, premasivos. Hoy lo popular no se definiría por su origen o sus tradiciones, sino por su posición, la que construye frente a lo hegemónico. (Gramsci)

1 Umberto Eco, La estrategia de la ilusión, Barcelona, Lumen, 1986, pp. 197-198.
2 Jesús Martín Barbero, Cultura popular y comunicación de masas, Materiales para la comunicación popular, 3, Lima, Centro de Estudios sobre la Cultura Transnacional, abril de 1984.

Fuente: M.R. Felquer

Hibridación Cultural

En Culturas híbridas, García Canclini describe las relaciones entre una modernización socioeconómica incompleta, la modernidad que ésta ha producido y las tradiciones que ha tratado de superar. Mientras que la idea ortodoxa de la modernidad implica la desaparición de tradiciones premodernas, en América Latina tales tradiciones persisten a pesar de décadas de modernización. Al contrario de los pronósticos de las grandes narrativas de desarrollo y de progreso, los efectos modernizadores de la urbanización y de los medios masivos de comunicación no han eliminado las formas culturales tradicionales, sean éstas cultas o populares: “La modernización disminuye el papel de lo culto y lo popular tradicionales en el conjunto del mercado simbólico, pero no los suprime. Rebusca el arte y el folclore, el saber académico, y la cultura industrializada, bajo condiciones relativamente semejantes. […] Lo que se desvanece no son tanto los bienes antes conocidos como cultos o populares, sino la pretensión de unos y otros de conformar universos autosuficientes […] (Culturas híbridas 18)
El resultado de la modernización desigual latinoamericana es lo que García Canclini llama la “heterogeneidad multitemporal” en la que formas de expresión cultural de diferentes épocas coexisten, y las divisiones y jerarquías culturales (lo culto/lo popular) se desdibujan.
Las formas culturales modernas y las tradicionales no sólo coexisten, sino que se hibridizan a través de procesos que García Canclini describe en detalle. Los elementos de la cultura tradicionalmente culta son retrabajados e incorporados a formas culturales populares y viceversa, mientras que productos culturales de todo tipo, los populares tanto como los cultos, circulan en los medios masivos y en el mercado internacional. Así, por ejemplo, autores cultos como Jorge Luis Borges y Octavio Paz aparecen en la televisión, mientras que se encuentra artesanías populares en museos prestigiosos y boutiques localizados en ciudades que van desde la Ciudad de México a Nueva York.
Además, las imágenes transmitidas por los medios masivos cada vez más transnacionales son apropiadas y transformadas por agentes/productores culturales populares tanto como los cultos para sus propios fines. Lo que todavía se llama cultura popular es, según García Canclini, “el producto multideterminado de actores populares y hegemónicos, campesinos y urbanos, locales, nacionales y transnacionales”. Las culturas híbridas de América Latina combinan de una manera nueva y compleja lo moderno y lo tradicional, lo regional, lo nacional, y lo transnacional, lo culto, lo popular y lo masivo.
La transformación de la ciudad y la colonización de la esfera pública por los medios masivos han disminuido la capacidad movilizadora y por lo tanto la importancia de las formas tradicionales de organización popular, como los sindicatos y los partidos políticos. Estas organizaciones dependían de espacios públicos y de “estructuras microsociales de la urbanidad –el club, el café, la sociedad vecinal, la biblioteca, el comité político–”, donde se construían identidades populares por medio de interacciones a nivel personal, identidades que formaban la base de la participación política. Tales instituciones populares de la vida urbana vinculaban “la vida inmediata con las transformaciones globales que se buscaban en la sociedad y el Estado” de manera que “la lectura y el deporte, la militancia y la sociabilidad barrial, se unían en una continuidad utópica con los movimientos políticos nacionales” (Culturas híbridas 266). Según García Canclini, todo esto se está acabando, si no ha desaparecido ya, debido a la transformación estructural del espacio urbano y de los efectos corrosivos de los medios masivos de comunicación.
Actualmente, las identidades se construyen “cada vez menos por lealtades locales o nacionales y más por la participación en comunidades desterritorializadas de consumidores” creadas por los medios masivos (Consumidores y ciudadanos 24). La televisión ha sustituido los espacios públicos donde la interacción personal antes generaba participación política, y ha convertido la política en espectáculo massmediático que no es más que un simulacro de la participación popular. Esta transformación en la experiencia de la vida urbana ha conducido a una disminución aparentemente irreversible de la capacidad movilizadora de los sindicatos y los partidos políticos: La pérdida de sentido de la ciudad está en relación directa con las dificultades de los partidos políticos y sindicatos para convocar a tareas colectivas, no rentadas o de dudosa ganancia económica. […] La movilización social, del mismo modo que la estructura de la ciudad, se fragmenta en procesos cada vez más difíciles de totalizar. (Culturas híbridas 267)
Al perder los partidos y los sindicatos su capacidad unificadora, la movilización social se fragmentó, produciendo una gran variedad de movimientos ecologistas, étnicos, feministas, de derechos humanos, de las mujeres, de los jóvenes y otros.

fuente: M. R. Felquer